Cuando se toma conciencia de las veleidades de la playa, las ganas de bañarse perennemente se calman.
Al culminar el año empieza el tejemaneje del carnaval y la semana santa, y se estila en Cocorote que una vez llegado estos días de asueto, se organicen excursiones a la playa alquilando los famosos autobuses blue bird del “Transporte Cocorote” o en su defecto camionetas de pasajeros de 32 puestos de la línea “Santa Inés del Monte”.
Estos viajes, normalmente a las costas de Falcón o Puerto Cabello, son a cuenta y riesgo del que se monta en el transporte, ya que por lo general no se toman ningún tipo de medidas de seguridad por parte de los organizadores, y para colmo de males se van en la madrugada, echándose palos (tragos) desde la noche anterior y amanecidos arrancan para seguir ingiriendo a la orilla de la mar.
Una cosa curiosa de la gente que vive cercana al mar es que por lo general no se bañan en la playa en días de asueto. En Puerto Cabello por ejemplo, existen “miradores” como el del Restaurant “Mar y Sol”, así como también el “Malecón” o el cercano al balneario desde donde los porteños disfrutan con los temporadistas, observando las pendejadas que se les ocurre cuando están en la playa. Pero existe algo morbido con esto, no solamente van a contemplar las siluetas femeninas sino que se les escucha decir:- voy a ver cuantos guaros se ahogan hoy – y es que por lo general las estadísticas de ahogados reflejan un alto índice de personas larenses y yaracuyanas que vienen a la playa a pasar un mal momento. Parece cuento pero tuve muchos años en Defensa Civil y puedo dar fe de esto.
Apartando el litoral del oriente falconiano, con su inigualable Tucacas y el parque Nacional Morrocoy, además de Chichiriviche y los Cayos, el litoral porteño es reciamente visitado aun cuando el mar en ocasiones saluda a los visitantes con sus bravuconadas de resaca y playas oscuras en días nublados o lluviosos. Estas "bravuconadas"a mi juicio son los momentos en que uno debe prescindir de tomar bañitos de playa.
Cuando hablamos de “resaca” es que la playa devuelve con fuerza sus aguas al interior del mar una vez que ha reventado la ola. Este movimiento “hacia dentro” retira a los bañistas hasta areas profundas y el problema se centra en que a veces es tan fuerte que a pesar de nadar, siempre será contra la corriente que impulsa la resaca trayendo como consecuencia que los bañistas se cansen y puedan sufrir una inmersión. (imaginense los que no saben nadar).
En cuanto a los días sin mucho sol los porteños le sacan el cuerpo, ya que no se divisa con claridad las “cosas” que pueden acercarse a la playa por el efecto de las olas. Estas cosas pueden ser objetos o animales como las “medusas” de mar o cardumenes de peces huyendole a la "picua" y otros depredadores
Uno de los "mejores secretos" que guarda la playa es que cuando está verdaderamente picada (grandes olas y resacas fulminantes), los pobladores de la costa empiezan a caminar a orillas de la mar para encontrar entre ola y ola, pequeños tesoros que la playa le ha arrancado a sus bañistas, tales como relojes, anillos, cadenas, crucifijos, dijes, entre otros. Esto sucede porque el suelo marino está tan revuelto que todo objeto que esta cerca, emerge a la orilla y basta con tener una buena vista para verificar lo que “brilla” allá adelante.
Hay un cuento que alguna vez me lo relató Magali Lira y es que tenia a su servicio una jovencita andina el cual la invitaron para la playa. Al pasar por El Palito esta comentó con voz entrecortada: “maaadre pozo”, je je, así ve la gente de las montañas al mar.
El mar lo respeto y espero que ustedes también. Lo conozco lo suficiente como para que me gusten más las montañas y sus montes.
Al culminar el año empieza el tejemaneje del carnaval y la semana santa, y se estila en Cocorote que una vez llegado estos días de asueto, se organicen excursiones a la playa alquilando los famosos autobuses blue bird del “Transporte Cocorote” o en su defecto camionetas de pasajeros de 32 puestos de la línea “Santa Inés del Monte”.
Estos viajes, normalmente a las costas de Falcón o Puerto Cabello, son a cuenta y riesgo del que se monta en el transporte, ya que por lo general no se toman ningún tipo de medidas de seguridad por parte de los organizadores, y para colmo de males se van en la madrugada, echándose palos (tragos) desde la noche anterior y amanecidos arrancan para seguir ingiriendo a la orilla de la mar.
Una cosa curiosa de la gente que vive cercana al mar es que por lo general no se bañan en la playa en días de asueto. En Puerto Cabello por ejemplo, existen “miradores” como el del Restaurant “Mar y Sol”, así como también el “Malecón” o el cercano al balneario desde donde los porteños disfrutan con los temporadistas, observando las pendejadas que se les ocurre cuando están en la playa. Pero existe algo morbido con esto, no solamente van a contemplar las siluetas femeninas sino que se les escucha decir:- voy a ver cuantos guaros se ahogan hoy – y es que por lo general las estadísticas de ahogados reflejan un alto índice de personas larenses y yaracuyanas que vienen a la playa a pasar un mal momento. Parece cuento pero tuve muchos años en Defensa Civil y puedo dar fe de esto.
Apartando el litoral del oriente falconiano, con su inigualable Tucacas y el parque Nacional Morrocoy, además de Chichiriviche y los Cayos, el litoral porteño es reciamente visitado aun cuando el mar en ocasiones saluda a los visitantes con sus bravuconadas de resaca y playas oscuras en días nublados o lluviosos. Estas "bravuconadas"a mi juicio son los momentos en que uno debe prescindir de tomar bañitos de playa.
Cuando hablamos de “resaca” es que la playa devuelve con fuerza sus aguas al interior del mar una vez que ha reventado la ola. Este movimiento “hacia dentro” retira a los bañistas hasta areas profundas y el problema se centra en que a veces es tan fuerte que a pesar de nadar, siempre será contra la corriente que impulsa la resaca trayendo como consecuencia que los bañistas se cansen y puedan sufrir una inmersión. (imaginense los que no saben nadar).
En cuanto a los días sin mucho sol los porteños le sacan el cuerpo, ya que no se divisa con claridad las “cosas” que pueden acercarse a la playa por el efecto de las olas. Estas cosas pueden ser objetos o animales como las “medusas” de mar o cardumenes de peces huyendole a la "picua" y otros depredadores
Uno de los "mejores secretos" que guarda la playa es que cuando está verdaderamente picada (grandes olas y resacas fulminantes), los pobladores de la costa empiezan a caminar a orillas de la mar para encontrar entre ola y ola, pequeños tesoros que la playa le ha arrancado a sus bañistas, tales como relojes, anillos, cadenas, crucifijos, dijes, entre otros. Esto sucede porque el suelo marino está tan revuelto que todo objeto que esta cerca, emerge a la orilla y basta con tener una buena vista para verificar lo que “brilla” allá adelante.
Hay un cuento que alguna vez me lo relató Magali Lira y es que tenia a su servicio una jovencita andina el cual la invitaron para la playa. Al pasar por El Palito esta comentó con voz entrecortada: “maaadre pozo”, je je, así ve la gente de las montañas al mar.
El mar lo respeto y espero que ustedes también. Lo conozco lo suficiente como para que me gusten más las montañas y sus montes.
3 comentarios:
Nada como ver a un grupo de temporadistas a la orilla de la playa, intentando armar una carpa prestada cuando ya está oscureciendo... :-)
Coño loco, a mi se me perdió una esclava y te aseguro que sí hubiera sabido lo de la playa arrecha, me quedo a buscar mi vaina porque en la tarde se pico el mar
je je Topocho, si a eso le sumamos la torpeza que traen los palos de aguardiente y la llegada de la plaguita la cosa se pone buena...
Publicar un comentario