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jueves, agosto 02, 2012

La Hermana Rosario en Cocorote


Tengo Sed, es la quinta frase pronunciada por Nuestro Señor Jesucristo en la cruz a causa de la sed extrema que padeció por el desangramiento de su sangre asumiendo su condición humana. En sentido alegórico se interpreta como la sed de Cristo de consumar la redención para la salvación de todos, evocando la sed espiritual que experimentó junto al pozo de la Samaritana
Esas mismas palabras se han convertido en el estandarte de amor de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, sociedad creada por la Beata Madre Teresa de Calcuta por inspiración divina para atender a los más necesitados. En Yaracuy, su más fiel guardiana está representada por una mujer menuda, frágil de contextura; pero con la misma determinación de aquellos años cuando decidió seguir a Cristo Jesús. Nos referimos a la Hermana Rosario, la misionera con más años de labor en la Casa de la Caridad de Cocorote.
La hermana Rosario nació un 03 de enero de 1933 en la India, en una pequeña aldea de agricultores cerca de Chainpur, al oeste de Gumla, capital del distrito homónimo del estado de Jharkhand, cuya capital es Ranchi. Es la menor de seis hermanas nacidas en el seno del matrimonio creado por Emil Toppo y María Tirkey.
Siendo pequeña, la aldea donde residía su familia estaba pasando por cambios trascendentales con la llegada del Padre Livan; misionero Jesuita que con mucho empeño iba predicando el evangelio de Cristo por esas lejanas tierras. Unas de las familias convertidas al catolicismo fueron precisamente los Toppo, quienes se bautizaron en el río de la Aldea en el nombre de Dios.
Cabe destacar, que la familia de la hermana Rosario era antes de la llegada del Padre Livan creyentes paganos de muchos dioses. Tenían como costumbre tatuar a las niñas en la frente con una marca indeleble a la que denominan Bindi o tercer ojo. La hermana Rosario no escapó a tal suerte y esa señal la lleva desde los tres años de edad. Sin embargo, poco tiempo después fue bautizada bajo la fe cristiana con el nombre seglar de Silvia Toppo.
Mientras todas las hermanas ayudaban a sus padres en las duras labores agrícolas, pronto Silvia quiso aprender más y es por ello que con el apoyo de todos en su hogar se inscribió en Ursiline Convent, lugar donde fue educada por espacio de tres años para alcanzar el grado de maestra.
Durante ese tiempo, compartió junto con treinta y cinco jovencitas de su Aldea, la formación como docente. Es bueno señalar que desde el hogar de Silvia hasta Ursiline Convent tenían que caminar un largo trecho por espacio de dos horas. En el trayecto, existe un río que en oportunidades demoraba la marcha cuando las lluvias torrenciales que caen sobre la India hacían imponente su caudal y es por ello que las jóvenes estudiantes llenas de compromiso y valor, aguardaban pacientemente mientras el río disminuía. Caída la tarde y luego de culminar las horas de clases, emprendían otra vez el regreso al hogar durante dos largas horas. El empeño finalmente rindió sus frutos cuando recibieron el titulo de maestra.
El tiempo no se detenía, sus hermanas Julia, Josefina, Serafina, Lucía y Savina ya con la edad suficiente para desposarse, iban creando sus familias. Mientras nuestra Hermana Rosario a quien todavía le llamaban Silvia, iba sintiendo el deseo de servir a Cristo con todo su corazón. En esta época de su vida, siendo maestra de niños de la Aldea, empezó a tener noticias sobre la obra que desde el 07 de octubre de 1950 estaba desarrollando una misionera en la lejana ciudad de Calcuta. Es bueno acotar que el cura párroco de su Aldea conocía a la religiosa, por lo que ofreció a la maestra información para hacer contacto con ella, y junto con otras seis maestras, decidieron escribirle una carta a la Madre Teresa de Calcuta, creadora de la Casa de la Caridad en esa ciudad.
Al poco tiempo de enviar la carta, las maestras recibieron respuesta de la Madre Teresa: las estaba esperando con los brazos abiertos, a los fines de compartir para siempre y por toda la vida la enorme responsabilidad de ser Misioneras de la Caridad.
No había tiempo que perder, con la determinación que se ha señalado al principio de esta historia, la hermana Rosario hizo del conocimiento a sus queridos padres sobre sus planes de unirse a la congregación Mariana. Desconsolados y con muchas lágrimas en los ojos tuvieron que despedir a la benjamina de la familia quien se trasladaría a Calcuta en tren, partiendo de la ciudad de Ranchi junto con las otras seis compañeras en un trayecto que duró toda la noche. El encuentro entre las maestras de Chainpur con la Madre Teresa de Calcuta se efectuó finalmente el 31 de mayo de 1955 y fue exactamente ese día que la Beata teniendo a Silvia Toppo de frente a ella, la bautizó Rosario para su vida religiosa.
Calcuta era para aquel entonces, una enorme ciudad con alrededor de 5 millones de habitantes según cifras oficiales del Gobierno Indio. Vale decir que el noviciado de Rosario se realizó en medio de una época muy difícil junto con sus otras compañeras. Esa gran ciudad donde la Madre Teresa estableció su centro de operaciones tenía como misión, cuidar de (en palabras de la Beata) "los hambrientos, los desnudos, los sin hogar, los lisiados, los leprosos, toda esa gente que se siente indeseada, rechazada, sin cariño, para traerlos de vuelta a la sociedad” y cada una de las hermanas pasaban por un proceso de formación religiosa que incluían cursos de medicina, de tal manera de poder atender a los enfermos.
Este grupo de novicias de las cuales cinco eran de Jharkhand, una del norte de la India, otra proveniente del Sur y una de Inglaterra, estaba integrado por Rosario, María José (+), Regina, Benedicta, Genoveva, Luisa, Martina y Dominique (+), poco a poco iban consolidando su condición religiosa con la guía indiscutible de la Madre Teresa de Calcuta. La presencia omnipresente de Jesús y la Virgen María fueron moldeando con amor y paciencia el carácter que debían poseer las Misioneras de la Caridad.
Para ellas no hubo titubeos ni flaquezas, no había tiempo de pensar en ellas. El sentimiento de amor al prójimo y la lealtad a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo se enalteció en el corazón de la hermana Rosario cuando abandona su sari completamente blanco y lo cambia definitivamente por el sari blanco con rayas azules, los colores de la Virgen María, alcanzando sus primeros votos un 14 de abril de 1958.
Desde ese año, la hermana Rosario asumió las responsabilidades que la Madre Teresa le encomendaba, realizando entre 1958 y 1960 misiones en Nueva Delhi, en Ambala durante los años de 1960 y 1962 y nuevamente regresa a Calcuta para realizar sus últimos votos en el año 1964.
Durante ese año, la madre Teresa de Calcuta la envió a Jamshedpur, ciudad cercana a Ranchi conocida como ciudad acero o Tatanagar, para proseguir su labor de misionera. Sin embargo un año más tarde, es llamada nuevamente a Calcuta para integrar un equipo de Misioneras de la Caridad cuya labor iba a estar destinada por primera vez fuera de las fronteras de la India. Los preparativos concuerdan con el otorgamiento del “Decretum Laudis” (Decreto de Alabanza), concedido a la congregación por Su Santidad El Papa Pablo VI, en febrero de 1965.
Vale decir que además del Decreto de Alabanza, se conoce en Roma por medio de cartas sobre los apuros que estaba pasando el Obispo de la Diócesis de Barquisimeto Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel, a cargo de la Jurisdicción Eclesiástica de los estados Lara, Yaracuy y Portuguesa, El problema se presentaba cuando el obispo visitaba las comunidades de Veroes del estado Yaracuy y sus pobladores renegaban de ser evangelizados en la fe católica. Su mayor animadversión se suscitaba por la piel del Monseñor, ya que esta región esta poblada casi en su totalidad por afrodescendientes. Era probable que con el apoyo de las Hermanas de la Caridad cambiaran las condiciones.
Los caminos de Dios son exactos. La idea empieza a madurar en muchos religiosos que conocen a las Misioneras de la Caridad, quienes eran capaces de lidiar con grupos tribales en La India y pocas molestias encontraban aún en comunidades no cristianas. El hecho de estar integradas por hermanas cuyo color de la piel recuerda mucho a los mismos venezolanos, haría la situación mas sencilla.
Es por ello que el día 13 de julio de 1965, el grupo de hermanas liderada por la Madre Teresa partieron de la India hacia la Santa Sede. Allí fueron recibidas con amor y regocijo por Su Santidad El Papa Pablo VI tanto la Beata, como las misioneras que le acompañaban en esta nueva tarea. Se contaban entre ellas a las hermanas Rosario, Nírmala, Dolores, Elena y María José. El Papa les dio su bendición para que instalaran sin tropiezo, la Casa de la Caridad en tierras yaracuyanas.
Algunos pequeños detalles había que afinar. Tres días estuvieron las misioneras en Roma mientras se formalizaba la situación de las visas venezolanas las cuales no poseían las hermanas. Es así que parten rumbo a Francia en donde la Madre Teresa tenía buenos amigos que ayudaron a tramitar las visas desde Venezuela, enviadas finalmente por el padre Francisco Tomás Mompó Solamente una cosa retrasaba el viaje y era el insuficiente dinero con que contaban las misioneras para comprar los boletos, pero nuevamente la situación fue solucionada: un grupo de niños franceses habían sido informados sobre las circunstancias que estaban atravesando las hermanas de la caridad y recolectaron el dinero para que pudieran viajar hasta el otro lado del océano hasta llegar a América. La noble estadía en el país galo duró nueve días.
Es así como las hermanas atravesaron el atlántico hasta llegar a Puerto Rico por vía aérea, De allí siguieron su periplo hasta llegar a Maiquetía el 26 de julio de 1965. Les esperaba el Padre Francisco Mompó quien las albergó en un convento caraqueño y al día siguiente siguieron rumbo a San Felipe en avión. En el viaje Maiquetía-San Felipe, las hermanas vieron por primera vez a la Madre Teresa de Calcuta tener algún sentimiento de temor cuando de su ojos brotaron un par de lágrimas, la verdad era que ninguna de las hermanas sabia de las costumbres venezolanas ni de su idioma oficial. Hablaban tanto hindi como el inglés, que en el noviciado es una de sus obligaciones. No obstante, al llegar al aeropuerto de Las Flores, las dudas se disiparon. Un grupo de feligreses les esperaba con ramilletes de flores y a lo lejos, comenta la Hermana Rosario, se escuchaba el tañer de las campanas de la Iglesia San Jerónimo de Cocorote que redoblaban alegremente para dar la bienvenida a tan honorable y humilde grupo de misioneras.
Al principio, el Padre Francisco las llevó directamente a Cocorote, el problema era que Veroes carecía de infraestructura para recibirlas. Se instalan en la Casa Parroquial cocoroteña mientras que el Padre se fue a vivir a la Curia diocesana en San Felipe. Una vez ubicadas, el trabajo misionero comenzó de inmediato. El primer domingo de su estadía de diez días que duró la Madre Teresa en Cocorote, muy tempranito en la madrugada apuraba a sus misioneras para dar ejemplo sobre la llegada puntual a la Santa Misa, pero su impresión fue de angustia y de alarma cuando al entrar al templo cocoroteño cuenta sólo nueve personas que ese día asistieron a la ceremonia. Es por ello que de inmediato estableció un plan en donde las seis religiosas por separado y haciéndose acompañar por jovencitas de la comunidad, iban por las calles del pueblo tocando de puerta en puerta en los hogares de Cocorote para invitar a las personas a que asistieran a la misa. La Hermana Rosario evoca esta época con una sonrisa en sus labios ya que recuerda sus apuros con el idioma español al invitar a una familia para que asistieran a la “masa” los domingos en la Iglesia de San Jerónimo.
La acción rinde sus frutos cuando observaron a dos meses de su llegada, un lleno total en la misa dominical. Con mucho entusiasmo, familias cocoroteñas de gran fervor religioso apoyan su accionar. La hermana Rosario menciona muchas con cariño, recordando igualmente al desaparecido Blas Herrera.
Otro gran aliado que se le suma a la Casa de la Caridad fue Bernardino Rivas, para aquel entonces fungía como prefecto de Cocorote, y fue quien cedió el terreno y apoyó la primera construcción nacional de la Casa de la Caridad, la cual fue abierta en el año 1971.
Es bueno citar que año tras año recibieron la visita de la Madre Teresa de Calcuta. Cuando la casa al fin fue inaugurada, su bendición se quedó para glorificar cada uno de los rincones del hogar. Al mismo tiempo, los proyectos de apertura de otras sedes se fueron haciendo realidad mientras que las hermanas de la Caridad que inicialmente acompañaron a la Beata en su viaje inicial a Venezuela, tuvieron que esparcirse por todo el orbe de tal manera de apoyar la iniciativa mundial de la organización creada por la madre Teresa de Calcuta.
Pronto le tocó viajar a la hermana Rosario. Entre 1977 y 1987 estuvo de misionera en Perú, radicada en Lima durante los primeros cinco años. Estando allí supo la noticia de que su querida Madre Teresa fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979. Luego estuvo en la localidad de Chimbote, paraje portuario ubicado a orillas del Océano Pacífico en la bahía El Ferrol, en la desembocadura del río Lacramarca. Cuenta la hermana Rosario que allí aprendió a comer pescado en virtud de que los humildes pescadores chimbotanos, todos los días obsequiaban parte de su pesca para apoyar la casa de la Caridad en ese lugar. Luego, vuelve a Venezuela a petición de la madre Teresa de Calcuta.
Muchas son las anécdotas que guarda la hermana Rosario de su estadía en Cocorote. Ha visto consolidada la hermosa casa de la caridad yaracuyana que ya supera los cuarenta años. En los viajes que hace a la India para visitar a su familia, cuenta sonriente que por la fuerza de la costumbre en los primeros días suele enredar el español con su lengua materna. Vale destacar que la hermana Rosario además de su lengua materna, habla hindi, inglés y español.
Una de las mayores tristezas que le ha tocado vivir a la hermana Rosario la encuentra el 05 de septiembre de 1997 cuando la Madre Teresa de Calcuta fallece a sus 87 años. Con su muerte, la hermana Maria Nirmala Joshi, una de las cinco misioneras que acompañó a la Beata hasta Cocorote, se encargó como Superiora General de las Misioneras de la Caridad.
En la actualidad, la congregación está dirigida desde la India por la Hermana María Prema. y por supuesto aquí en Cocorote la hermana Rosario, cercana a cumplir 80 años de edad sigue tan diligente en sus actividades como siempre. Tal como se establece en los Mandamientos, asiste a misa con devoción mientras realiza otras actividades en la Casa de la Caridad como cuidar de los desamparados, preparar a muchas parejas para casarse y rezar el Santo Rosario en la capilla del hogar… Cocorote su segundo hogar desde hace mucho tiempo cuenta de manera consagrada con esta Hermana de la Caridad para dar apoyo y amor a todos aquellos que lo necesiten.