Este viernes que pasó, terminada la jornada nocturna de clases, las aulas desiertas indicaban que el semestre había culminado y apenas uno que otro estudiante rezagado en la búsqueda de sus notas hizo presencia para preguntar si pasó la asignatura...
Luego de luchar con el ingreso de las notas al sistema, un poco de helado no caía mal y haciéndome acompañar de Marcos Mendoza, quien lo encontré en los aburridos pasillos del instituto, me dirijí a la esquina de la vieja plaza del mercado donde queda el farmatodo que cierra tarde y siempre mantiene sus anaqueles repletos.
La hora apretaba, eran las nueve de la noche y la oscuridad arropaba la plaza cercana que, a instancia de su arboleda y banquitos, se mantiene inquietantemente asediada por escasos vendedores de promiscuidad y vicio. Si bien no hay robos ni atracos, la venta de estupefacientes define sus visitantes nocturnos y entre la poca luz fui tratando de estacionarme cerca de la farmacia, observando los “vigilantes callejeros” de carros que como una flecha corren a colocarle el cartelito de “vehiculo vigilado” una vez que te has estacionado para ganar algunas monedas.
Buen puesto, apenas diez metros nos separaban a Marcos y a mi de la farmacia pero, antes de llegar a la entrada divisé una persona conocida pidiendo algunas monedas para ir corriendo al frente a comprar lo que calma su desosiego. Si, es ella. No le doy tiempo de esconderse ya que evita los viejos amigos por su condición un tanto andrajosa pero una vez que la abrazo siento que solamente es su ropaje lo que inquieta ya que al tacto su cabello y su olor a perfume del cual quedo impregnado me indican que se baña con regularidad.
Tartamudea como siempre, me mira directamente a los ojos evitando que la detalle pero me es imposible dejar de hacerlo, su juventud y otrora belleza se han desvanecido a pesar de que no llega a treinta y las ojeras cuentan de sus largas noches a medio dormir en la intemperie, evitando por lo general ser violada por sus propios amigos de juerga.
Le dejo afuera esperando mientras voy pensando que llevarle de los anaqueles de farmatodo. Marcos que vive cerca de allí, la identifica como una maromera de semáforo (llegaron a San Felipe con sus juegos de candela) aunque mas bien es una chica enferma por el consumo de drogas que a pesar de la estricta actitud de su mamá quien vive cercana a mi hogar, tarde se dio cuenta de los pasos en que andaba esta bella y joven chica, también madre de una niña compañerita de Mauricio.
No, no es justo que por el consumo de las drogas muchos jóvenes se estén quedando en el camino. Esa droga denominada “piedra” es de acuerdo a lo que dicen, los residuos de una cocaína de escasa pureza con altos niveles de queseyo pero que innegablemente está volviendo altamente adicta a quienes la consumen, hasta el punto de volverlos sombras andantes y luego de convertirse en famélicos seres, pierden por lo general la razón y son encontrados muertos por distintas causas, aunque todos sabemos cual fue el detonante.
Salgo con el helado en una mano y una gran barra de chocolate en la otra, no le ofrezco dinero puesto que temo que lo vaya a invertir inadecuadamente, pero cuando me acerqué a ella me dijo que la “salvara” por una premura de su feminidad. Como era imposible negarme accedí, aunque pensé en devolverme a la farmacia a comprarle personalmente las toallas, pero no quise desconfiar mas de ella pidiéndole información sobre la marca que usaba,
Ya despidiendome, no dejé de increparle y decirle que se diera un chance – claro Elier, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista - me dijo con baja voz. Seguro que lo vas a hacer?, insisto, y solamente me contestó, -se te quiere un mundo amigo y reza por mi, no le vayas a decir nada a mi mamá que me viste y caigo en cuenta que es una enorme batalla la que debe transitar para volver a su casa.
A casi dos años de su desaparición, me alegro que haya recordado mi nombre en la oscuridad de la noche, y saboreando un poco de helado, me acuesto pensando que una plegaria no basta, que cuando vea a su mamá definitivamente la abordaré para tratar de buscar una solución, ya que mientras siga con vida existe siempre una oportunidad.