Estos días en Cocorote han sido realmente raros. Todavía se mantiene el frió decembrino y a pesar que es un mes relativamente seco en condiciones normales, no ha dejado de llover. Esta agüita ha traído como consecuencia que los cerritos cocoroteños se mantengan lozanos en vez de dar paso a las continuas quemas que se producen en el área, dado que dichos cerros han venido “sabanizandose”, es decir, han perdido toda su vegetación de montaña y lo que se observa es el crecimiento del gamelote, propicio para que una vez que se encuentre seco, sea fácil pasto para las llamas tanto espontáneas como provocadas por la mano del hombre.
Esta “sabanización” de los cerros allende a Cocorote han cambiado el clima de una manera impresionante. Obviamente que al estar en la falda de una serranía, este pueblo poseía un clima estupendo. Recuerdo que cuando niño, las mañanas eran tan frías que esperábamos que el astro rey pegara en una de las paredes de la casa y ahí nos sentábamos un rato mis hermanos y yo a tomar un pequeño baño de sol.
Pero es bueno puntualizar que siempre han existido brigadas y grupos forestales que luchan todos los años con las candelas que azotan la serranía aroeña, utilizando batidores de goma y asperjadores de espaldas para controlar la quema. Sin embargo, el viento que azota la zona hace que este trabajo sea realmente peligroso y hasta se haya cobrado algunas vidas.
Se recuerda con respeto al brigadista Pastor Olivo, en un hecho acaecido por el año 76, quien el mismo día de hacerse bombero, fue enviado a uno de estos incendios forestales que azotan anualmente la sierra, pero su graduación dejo un profundo pesar en toda la brigada, toda vez que que la misma al ingresar al área de fuego, el viento cambió de manera radical y algunos bomberos quedaron encerrados en la llamarada. La virtual experiencia de algunos de los que se encontraban allí hizo que rápidamente establecieran posiciones de contingencia y bajo estas condiciones pudieron salir librados de una muerte violenta. No obstante la impericia de Pastor Olivo lo obligó a quedarse para siempre en los cerritos cocoroteños tributando su vida por el amor que siempre le tuvo a la naturaleza.
Ahora bien, la muerte de un bombero en actividad forestal debería ser objeto de un reconocimiento especial, más allá del alcanzado por los respetos consagrados en el cuadro de honor existente en el cuerpo de bomberos. A mi juicio debería erigirse un “Monumento al Bombero” con la creación de una megaobra como la Virgen de la Paz, en donde los visitantes tengan la oportunidad de subir a la estructura y divisar desde la misma el verdor que caracteriza el valle yaracuyano.
Asimismo, debería implementarse un sistema regional de conservación natural, comenzando con la creación de viveros colegiales y por urbanizaciones, que motiven el desarrollo de jardines y áreas verdes sombreadas por arboledas que por cierto han desaparecido del pueblo. Son muchas las ideas, como la de nombrar a Cocorote municipio conservador y en este orden de ideas poner en funcionamiento una serie de proyectos que empujen y dinamicen la conservación ambiental como decretar que los impuestos y patentes municipales se cancelen con siembra, regadío y cuidado diario de plantas y/o árboles en un área determinada.. Imagínense ustedes la siguiente conversación en la Alcaldía:
- Señor, requiero que la Alcaldía me de un permiso para realizar una construcción, cuales son los pasos?- bueno, pase por el vivero a recoger diez matas de chaguaramos que deberá sembrar al frente del campito Eliécer Camacho – a que bueno, no fue tan cara la cosa, Y por cuanto tiempo debo estar pendiente de esos árboles? – señor, hasta que se encuentren desarrollados puesto que si alguno se seca deberá reponerlo – bueno chévere, muchas gracias….
Que otras cosas se nos pueden ocurrir con el ambiente???
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