La vida era perfecta al llegar las vacaciones; más si esas vacaciones se disfrutaban en la casa materna de Banco Obrero en Cocorote

jueves, agosto 31, 2017

LOS TERREMOTOS DEL 26 DE MARZO DE 1812 EN LA POBLACIÓN DE COCOROTE

Mapa que señala los ríos Guayurebo y de La Virgen
en el documento enviado a Caracas por los vecinos
del pueblo en 1812
Coincidencialmente con el temblor ocurrido en Caracas durante el 30 de agosto del presente año, esa misma mañana estuve leyendo sobre los desastres que ocasionó la madre naturaleza en aquel fatídico día 26 de marzo de 1812, donde nuestro país se mantenía comprometido con la efervescencia independentista de la Primera República. Vale decir que de acuerdo a estudios actuales, por diferencia en las horas señaladas en viejos documentos, se ha concluido que en la fecha mencionada se generaron al menos dos terremotos en nuestro país.

Es bueno destacar, de acuerdo con Rogelio Altez (2006)[1] las poblaciones de Cocorote y Las Tinajas (Albarico)[2] testimoniaron sus padecimientos en una importante cantidad de documentos que se encuentran sobre todo, en el Archivo Arquidicesano de Caracas y que iban dirigidos al entonces Arzobispo de Caracas Narciso Coll y Prat. De estos documentos, el autor citado pudo extraer lo siguiente:
El terrible temblor del 26 de marzo último, aniquiló el templo y poblado que había…los serros se destruyen con fuegos subterráneos, en términos que se han tapado los ríos hasta que a fuerza de trabajos en unos y en otros por los repetidos temblores se han conseguido abrir sus corrientes”[3]
“aun amenaza el fuego subterráneo de los inmediatos cerros hacia Aroa en términos que desplomados desvían el curso de las aguas”[4]
“El sitio del pueblo ha quedado espantoso, no solamente por su total extinción sino por los continuos ruidos subterráneos, despeños de los cerros, con montañas y sabanas inmediatas; crecientes no vistas de los ríos de Guayurebo[5] y del que llaman de La Virgen, a poniente y naciente, como a un cuarto de legua cada uno del otro, y grietas que se advierten en los que van quedando; de suerte que es un espectáculo tan triste y melancólico que llena de espanto y tememos que se aniegue el terreno porque ambos ríos se chocan”[6]
“La catástrofe del 26 próximo Ilustrísimo Señor á dejado a mis obejas, y a mi en la mayor consternación, 9 de ellas perecieron vajo de las ruinas de las casas que se desplomaron, el templo santo reducido a polbo no quedando en el piedra sobre piedra, los vasos sagrados despedasados, las Imágenes, Ornamentos y mas reliquias, todo, todo quedo oculto en los fragmentos del edificio, y en medio de esta desolación con las continuas explosiones de la tierra que desde aquella tarde fecha hasta el presente nos afligen, me veo rodeado de mis consternadas obejas a quienes no he dejado de consolar, y exhortarles la palabra Divina, llenándome mi Corazón de sumo Goso al ver la religión reformada (…)[7]   

Luego de las citas anteriores, Altez (ob cit) realiza una afirmación sorprendente:
“Evidentemente estas descripciones dejan muy en claro que si algún río fue obturado en la zona y desviado su cauce, Cocorote fue testigo de ello, Estos efecto sobre la naturaleza (únicos certeramente descritos y positivamente documentados para toda la región) sugieren una cercanía muy probable a uno de los epicentros de la región norte para aquel 26 de marzo de 1812. Quizás una exploración geológica de la zona permita corroborar físicamente estas afirmaciones. Más adelante, estas descripciones contribuirán a los razonamientos sobre la ubicación del epicentro en la región y la localización de estos efectos sobre la naturaleza” (p. 394)
En pocas palabras, de acuerdo con la apreciación del autor así como también por otros reconocidos científicos, consideran a Cocorote o sus alrededores como el lugar donde se generó uno de los terremotos de 1812.
Para finalizar, es bueno citar que  el 16 de junio de 1812 el Gobierno de la primera República resolvió expulsar al Arzobispo de Caracas Narciso Coll Prat, por su actitud perjudicial a los intereses de la Independencia a propósito de los terremotos que destruyeron varias ciudades venezolanas [8].
Cuentan las crónicas de la época que los frailes, -con el apoyo del citado Arzobispo- a raíz del desastre que conmocionó el país, abandonaron los ritos de la Semana Mayor, se lanzaron a las calles y desde lo alto de las ruinas gritaban:  “Sodoma y Gomorra... de rodillas... ¡Ha llegado la hora de  la venganza! Habéis insultado la Majestad del Rey  virtuoso y el brazo de Dios cae sobre vuestras cabezas para castigarlos”.
Viendo que las palabras de los sacerdotes cundían y atemorizaban a los caraqueños, Bolívar que junto a otros patriotas dirigía los trabajos de remoción de escombros para rescatar cadáveres y auxiliar a los heridos, desenvainó  su espada y puso en fuga a uno de los frailes.  Luego se dirigió a la multitud y pronunció aquella increíble sentencia de:  “Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.


[1] Altez R. (2006) El desastre de 1812 en Venezuela, sismo, vulnerabilidades y una patria no tan boba. Fundación Empresas Polar. Universidad Católica Andrés Bello. Caracas
[2] Nota del autor: Tinajas, tal como se llamaba entonces esa población, fue trasladada en 1825 a una legua de su lugar original, y fundada con el nombre de Albarico, como se le conoce hoy en día, según consta en la documentación existente en la carpeta 127 de la sección Parroquia del Archivo Arquidiocesano de Caracas (ACC).
[3] (N del A) AAC, Misceláneas, Carpeta 114. José Dionisio Lobera a Coll y Pratt. Cocorote, 16 de abril de 1812
[4] (N del A) AAC, Misceláneas, Carpeta 114.Manuel Díaz González a Coll y Pratt. Cocorote, 16 de abril de 1812
[5] Es curioso el nombre que recibe el río San Jerónimo. Al parecer se trata no del río sino más bien de la quebrada La Playita, la cual atraviesa a Guayurebo al sur de Cocorote.
[6] (N del A) AAC, Misceláneas, Carpeta 44. Pedro Bencomo y demás vecinos de Cocorote a Coll y Pratt. Cocorote, 16 de noviembre de 1812.
[7] (N del A) AAC, Misceláneas, Carpeta 127. Pedro José Daboin a Coll y Pratt. Tinajas, 20 de abril de 1812.

jueves, agosto 24, 2017

UNA TRADICIÓN DE SERVICIO LLAMADA COOPERATIVA DE TRANSPORTE COROMOTO

Mi familia, mitad porteña por mi papá y mitad cocoroteña por mi mamá fue el motivo por el cual durante muchos años llegué a ser un usuario consuetudinario del Transporte Coromoto en la ruta San Felipe – Puerto Cabello.

Vale decir que, con apenas unos cuatro o cinco años, ya andaba con algunos de mis tíos: Alfonso Alvarado (El aguao) o Rafael Parra (Flor del Mundo) quienes trabajaron durante años para la línea, acompañado con la pequeña maleta dispuesto a ir o venir para cualquiera de los dos hogares que me cobijaron en mi niñez: A que Susana en el Puerto o la casa de mi mamá en Bancobrero.

Es de hacer notar que en San Felipe, el lugar de salida de los vehículos del transporte para el Puerto era en el “terminal viejo”, exactamente donde hoy se encuentra el negocio del “Guaro papaíto”. Desde la madrugada, los vehículos se preparaban para un viaje de al menos dos horas lo que generaba un par de vueltas diarias por cada vehículo (ida y venida) y el regresar de los choferes entrada la noche a sus hogares, con una cuenta de pan, malta y leche para acompañar la cena.

En el Puerto, el terminal del transporte quedaba en el Sector denominado La Alcantarilla, específicamente en la calle Juncal entre calles Urdaneta y Miranda. Hoy queda en el sitio un establecimiento chino pero vale decir que era un lugar bastante cómodo para la línea puesto que contaba con un espacio para la salida con unos banquitos y suficiente espacio de estacionamiento para los otros vehículos en cola. Al parecer, el sitio fue un antiguo cine de la otrora ciudad cordial, ya que se podía observar una extensa pared con las señales de haber sido una pantalla.

De los conductores, puedo admitir que existían alguno difíciles de olvidarlos en virtud de sus actitudes y resabios; de ellos puedo mencionar (la mayoría por sus sobrenombres) a Mantequilla, Moncada, Montilla, Peña Puerta, El Gato, El Toñeco, Daniel, Arnold el travieso, el Toco Gómez (era idéntico al actor), Martín, Eladio y Carlos Galindez, Ramón Abreu, Manzanilla, El Guajiro, Mundo, mi buen amigo Cartagena, El Loco (le hacía agujeros a los mocasines porque le pegaban en los juanetes), Piña, el toñequito, el malhecho, Antonio Turri, Bullaranga, El Pollo, Roger y Alex Zambrano, Zabaleta, Guillermo López, Chuchin y como ya mencioné a Flor del mundo con Marcos y Eddie González, al Aguaito, a Osman y a Oscar Alvarado, entre otros. Las secretarias eran en San Felipe, la señora Antonia y en Puerto Cabello la señora Vieira (la mamá de Joao) socia del número 43.

El viaje trascendía por la carretera panamericana. Era toda una odisea circular en esa vía en virtud de lo sinuosa que era, además de estar llena de gandolas y camiones que se incrementaban en tiempos de zafra y por supuesto, los regueros de caña en ocasiones molestaban a estos profesionales del volante que sabían los problemas que se le avecinaba al tren delantero. Sin embargo, no creo que dejaran su trabajo por otro fácilmente.

Cabe destacar que saliendo desde Puerto Cabello, las paradas eran normalmente en el Hospital Adolfo Prince Lara, La Belisa, La Sorpresa, El Palito, Morón (donde el conductor hacía una parada hasta que llegara el carro que salía detrás de él). Seguía entonces Las Colinas, Covetra, Alpargatón, Urama, San Pablo, Canoabito, Guaremal, La Raya, La Hoya, Bella Vista, Maporita, Bananera, El Guayabo, La Aldea, El Ciénego, Tulipán, Guabina, El Torito, Taría, La Pica del Chino, Carbonero, El Central, El Peñon, Marín, El Paují, Cocorotico, Las Tapias, Higuerón y finalmente San Felipe.

Recuerdo al menos dos terribles accidentes con gran cantidad de fallecidos. El más grave se produjo en la curva de Urama donde una gandola acabó con la vida de todos los pasajeros que venían en una “Chinga”, o camioneta Van de 14 puestos. El otro accidente se suscitó en la curva conocida como Los Papis, cerca de Taría donde una gandola cargada de tubos chocó contra una camioneta del transporte con otro saldo trágico.

En cuanto a anécdotas de los conductores son varias. Evoco claramente una mañana en donde un niño vendía unas gallinitas de barro que servían como alcancías. Sucedió que el niño trató de colocar las alcancías en el pretil del terminal pero lo cierto fue que se le cayeron con tan mala suerte que se le partieron y el niño comenzó a llorar angustiado, lo cierto fue que los chóferes al instante se pusieron de acuerdo para hacer una “vaca” (colecta) y recoger la cantidad de dinero que debía llevar al niño a su casa. Eso queridos lectores se llama “solidaridad” y en ese transporte había por aquel entonces a montón. Vale decir que no hace mucho me enteré que el niño de las alcancías de barro es mi dilecto amigo el abogado Luis Enrique Parra.

De otros recuerdos, puedo mencionar que durante los viajes muchos de los choferes eran capaces de echarse una aguantada en un puesto de chicharrón por el Guayabo al percatarse que la fritanga estaba lista -“espérenme un minutico mientras compro un poquito de esas cáscaras”- je je. En una ocasión llegue a conocer La Hoya, cuando la mayoría de los pasajeros que venían en la camioneta llegaban a ese pueblo veroense. Similar al caso anterior sucedió en San Pablo de Urama bajo un aguacero infinito. Insisto, la calidad humana de los chóferes era inigualable.

Según Martín Parada, el Mantequilla cada 16 de agosto cuando iban en “cambote” para visitar el santuario de la Virgen de Coromoto era puro comer. Llenaba la camioneta de chucherías de tal manera que el trayecto desde su casa en Rancho Chico hasta Guanare pudiera mascar cuanto le apeteciera. Otro día vi a Flor del Mundo montarse en una camioneta nueva que era propiedad de “El Loco” para conocerla por dentro. Sucedió que el Loco estaba barriendo la camioneta y al ver a Flor dentro de la misma lo espetó: ¡si no te bajas te voy a besar! y Flor le respondió -”Ud me besa carajo y mañana a esta misma hora lo están sacando con las patas palante de la iglesia”.je je. Lo cierto es que Flor a sabiendas de las locuras del otro, se bajó por si acaso.

Estudiando ya en la Universidad, normalmente la pelazón se presentaba al regresar al hogar durante los fines de semana. Vale decir que los estudiantes yaracuyanos que estudiaban en Carabobo cuando no existía el transporte de la AEYUC, se desplazaban habitualmente en el tren los viernes después de mediodía. El recorrido era desde Bárbula hasta El Palito y a las 4:30 pm se esperaba el tren que venía desde el Puerto para llegar hasta La Marroquina. Sucedió que el tren en el 90 dejó de funcionar y entonces la cuestión era pedir cola desde el puente de Bárbula hasta El Palito o Morón y desde allí con suerte conseguir una cola hasta San Felipe apoyados con letreros que señalaban la patria chica.

Fueron muchas las veces que pidiendo cola junto a otros compañeros en los lugares citados, pasaba alguna camioneta del transporte y el chófer nos hacia señas para que subiéramos a la misma con el fin de llevarnos hasta el terruño. A pesar del tiempo y la distancia rememoro con mucho cariño, aquellos años de trasiego estudiantil que con el apoyo fraternal en muchas oportunidades de estos profesionales del volante, se lograron alcanzar las metas. Un saludo solidario a todos los conductores del añejo y recordado Transporte Coromoto.