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viernes, octubre 02, 2015

SOBRE LA FUNDACIÓN DE COCOROTE Y OTRAS HISTORIAS OLVIDADAS

Francisco de la Hoz Berrio y Oruña, Fundador de
San Jerónimo de Cocorote en 1620
Cerca de ocho años tiene la página wiki de Cocorote esperando que se desarrolle la sección de historia en su repertorio. Y es que cuando se editó por primera vez, influenciado por el ánimo de enterrar para siempre a la arrogante y onerosa enciclopedia multimedia de la casa de Microsoft denominada Encarta, (cuestión que se llegó a cumplir), no poseía datos precisos sobre la interesante historia de la patria chica. Hoy, cuando se puede acceder de manera interactiva a un importante número de bibliotecas, tales como la Biblioteca Nacional de Venezuela, la Academia Nacional de la Historia, Bolivarium o la del Archivo General de Indias de Sevilla, se ha encontrado suficiente información como para dejar claro la historia de Cocorote, en el periodo de la conquista alemana y española (unidos en un solo reinado) a la Provincia de Venezuela a partir del siglo XVI.

La historia escrita de Cocorote se inicia por intermedio del explorador alemán Nicolás de Federmann, quien arribó a tierras venezolanas en 1530 por instrucciones de sus apoderados Los Welser, familia de banqueros alemanes a quienes, por decisión del Rey Carlos I de España (1500-1558), se les otorgó la responsabilidad de explorar y explotar el territorio de la recién creada Provincia de Venezuela la cual se encontraba inexplorada.

Es de hacer notar que Federmann, en una búsqueda incesante del Mar del Sur (Océano Pacífico) inició su periplo desde la primera capital de la Provincia de Venezuela Santa Ana de Coro, que recientemente había sido fundada (1527), adentrándose por la sierra falconiana el 12 de septiembre de 1530 para seguir rumbo a tierras del actual estado Lara pasando por Aguada Grande, Bobare, Carora y Barquisimeto. Luego proseguir hasta los llanos portugueseños pasando por Acarigua y las selvas de Turén, y continuar hasta muy cerca de El Baúl (Cojedes) y regresar casi por la misma senda hasta Variquisimeto (Barquisimeto), para luego girar al este; es decir, hacia el Valle de las Damas en marzo de 1531.

Vale destacar que en este valle, encontraron una nación de “indios fuertes y bien proporcionados y bellas mujeres” pasando por Cuara (Campo Elías), Guama y finalmente Cocorote, donde Federmann decidió subir el macizo aroeño por las Cumaraguas hasta el valle de Aroa y proseguir hacia el este y llegar a la actual zona negra y desplazarse por el curso de un gran río caudaloso que le recordaba al imponente Rhin europeo y al que los aborígenes llamaban Iracuy hasta llegar a su desembocadura y desde allí; costeando el mar, llegar nuevamente a Coro. En todo el recorrido se topó con innumerable naciones aborígenes que hasta ese entonces eran los dueños legítimos de esas tierras tales como Caquetíos, Xideharas (Jirajaras), Ajaguas, Ayamanes, Cuibas, Cyparicotes (Chipas), Itotes, Guaycaries y Cuyones, entre otros.

Es importante acotar que Federmann, así como los que lo secundaron en el periodo de la llamada “capitulación alemana”, no tuvieron contemplado la fundación de pueblos, (Según Brewer A ) ya que era necesario poblarlos y convertirlos según lo establecía una antigua Ley de Castilla denominada “Código de las Siete Partidas”. La realidad es que los alemanes vinieron al nuevo mundo fue para pillar todo el oro que pudieran y eso exactamente hicieron.

Es por eso que al culminar la capitulación alemana (1547), y proseguir los españoles con la exploración del territorio venezolano, fundaron varias ciudades durante la segunda mitad del siglo XVI, siendo diversos los motivos para hacerlo, y que según Troconis E, fueron los siguientes: militares, religiosos, étnicos, económicos y motivos de defensa. Vale decir que Cocorote nuevamente fue visitado por europeos a los fines de identificar su capacidad aurífera, donde se llegó a encontrar muestras de oro en la quebrada de Cocorote en tiempos de Juan de Villegas, gobernador de la Provincia de Venezuela entre 1549 y 1553 pero viendo su escasa cantidad, fue desechada.

Por otro lado, con la fundación de las ciudades fue posible el otorgamiento de “encomiendas” que en la actualidad sería similar al establecimiento de una hacienda. El sistema se iniciaba cuando el gobernador de la provincia venezolana entregaba grandes extensiones de tierras a pobladores de rancio abolengo así como también a soldados que habían intervenido en la conquista para que la explotaran comercialmente y la desarrollaran. Es bueno acotar que los aborígenes venezolanos desde 1530 eran reconocidos como “vasallos libres” lo que suponía que si estos vivían dentro de las tierras adjudicadas al sistema de encomiendas, debían pagarle al dueño un tributo o impuesto, pero como eran tan pobres, éste impuesto lo cancelaban con servicios personales al trabajar en las haciendas de los encomenderos en las más miserables condiciones de esclavitud que tanto negaban sus dueños. En esas circunstancias dejamos a Cocorote en el siglo XVI.

Con la llegada del siglo XVII, el sistema de encomiendas había perdido vigencia en la Corte de Felipe III, Rey de España y Portugal para ese entonces. Vale decir que a raíz del trato inhumano que recibían los aborígenes en las encomiendas y lo poco que arrimaban los encomenderos en términos de impuestos al Reino, se consideró eliminar tal sistema y auspiciar el nacimiento de los pueblos doctrinas. Es por eso que en el año 1618, cuando llega a nuestro país Fray Gonzalo de Angulo para encargarse del obispado venezolano, trajo consigo las Cédulas Reales (especie de decretos) sobre la fundación de pueblos. Es por esto que el gobernador de la Provincia de Venezuela para el momento, Francisco de la Hoz Berrios se tomó bien en serio y al pie de la letra lo estipulado en la Cédula, puesto que se encargó de fundar y refundar poblados venezolanos a todo lo ancho y largo del país.

Cocorote no fue la excepción. Durante el año de 1620 la ranchería de aborígenes Chipas o Ciparigotos  situada en las faldas de la Sierra de Cocorote, se le fundó con el nombre de San Jerónimo de Cocorote; es decir que para el año actual, se están cumpliendo 395 años desde que Francisco de la Hoz Berrio le cambió el nombre al pueblo y el de otros cientos; con el afán de culminar con el sistema de encomiendas (enmarcada en la propiedad privada) y consolidar los pueblos doctrinas (enmarcados en el derecho público), para apoyar las necesidades crecientes de alimentos y mano de obra de las ciudades venezolanas.

Mientras esto sucedía, los blancos peninsulares y criollos fueron llegando a San Jerónimo de Cocorote interesados por las bondades de éstas tierras, sobre todo por la producción de cacao que era de muy buena calidad. Pero había un problema, este pueblo era de "indios" y por lo tanto no apto para alcanzar las condiciones que el rancio abolengo clasista y racista colonial requería para el buen vivir. Es por eso que sin los permisos del cabildo barquisimetano, dichos blancos y criollos fueron creando un pueblo junto al de San Jerónimo de Cocorote al cual denominaron “Cerrito de Cocorote”, que sin mucho preguntar, según comenta en uno de sus libros el historiador Ambrosio Perera, quedaba “contiguo” a la quebrada La Virgen a los fines de surtirse de agua y que Freytez citando a Domingo Aponte, advierte que la iglesia de éste desaparecido pueblo estaba ubicada en un montículo. Esto nos induce a pensar que dicho poblado no podía quedar lejos de la actual ubicación de la estatua del General Páez o mejor aún, como comenta Luis Mulehman, del reciente Urbanismo Pie de Montaña.

De lo anterior se desprende el hecho del porqué San Felipe se convierte en Capital mientras Cocorote queda relegada a ser una humilde población yaracuyana: ésta ultima era una pequeña población preshispánica que fue atrapada por la historia del ambicioso Federmann buscador de oro y lo único que dejó para el mundo, fue el nombre de su montaña (Sierra de Cocorote) tal como se evidencia en antiguos mapas yaracuyanos. Es por eso que cuando se funda el primer poblado aroeño, su creador Sánchez de Oviedo; tal como lo cita Ybrain Oropeza, lo denominó “San Francisco de Cocorote”. Luego, cuando la importancia de las minas superó al legado de Federmann, el nombre de Cocorote fue cayendo en desuso.

Por otro lado, los pobladores cerritenses o grandes cacaos antes de ser trasladada al Valle Hondo y fundar “San Felipe El Fuerte”, se habían situado en ese escondido paraje cocoroteño provenientes sobre todo de Barquisimeto y estando ellos aquí, vieron la oportunidad de hacerle trampa a la corona española: no le vendían a sus propios coterráneos puesto que eso implicaba venderles al precio establecido por ellos, además tenían que cancelar los tributos al rey de manera involuntaria por lo que estos pillos sanfelipeños le vendían su producción cacaotera a enemigos de la corona como los holandeses, que a través del río Yaracuy terminaban por sacar el valioso producto hacia Europa por la vía del contrabando.

La conclusión entonces, no se hace esperar. En San Felipe era donde se “batía el cobre” y en Cocorote, así como también en Guama (fundada a la par de Cocorote, según el escribano Juan Luis de Antequera), se encontraba la mano de obra necesaria para desarrollar las actividades primarias y en el mismo orden de ideas; a manera de epílogo, se puede mencionar que Cocorote en el devenir de su historia se manifiesta como un pueblo compuesto por personas trabajadoras y honestas, ya que frente al pillaje de Federmann o las ambiciones de los blancos y criollos cerritenses, demostraron incansablemente su vocación por la agricultura, el trabajo digno y la igualdad entre los hombres, así provinieran de otras latitudes.