Hoy viernes nos dieron el día libre y por eso aproveché de ponerme a hacer las hallacas que comencé ayer apenas llegué del trabajo realizando el guiso: carne, adobo de cochino y gallina con un manantial de aliños: cebollas, ajo, ajo porro, celery, ají dulce, pimentones y perejil (todo muy bien picadito) y luego de sofreír, le agregué el vino, los condimentos y por último el papelón. (ese es el secreto: dulce y salado a la vez)
Tengo el picante aparte, los venezolanos no cocinamos directamente con picante con sus excepciones, tales como los bollos navideños y cuando queremos probar comida picante, tenemos a la mano un ajicero con el que condimentamos a gusto (unos más que otros, y a veces nos pasamos de maraca, picándonos dos veces)
Como lo hice todo con una gran calma, se me hicieron la una de la mañana en eso y el apartamento estaba impregnado con el olor del guiso, razón por la cual mi esposa (que siempre la corro de la cocina cuando hago las hallacas), no resistió y me dijo que le obsequiara un poquito para comer a esa hora con una arepita que hizo en el tosty… una guará jeje.
En la mañanita, tengo todo cortado y en sus respectivos envases (cebolla, pimentón y el apio de adorno, las aceitunas, pasas y alcaparras) y de ñapa las hojas están lavadas así que cuando me dispuse, me di cuenta que no había puesto a salcochar el pollo y en estos momentos estoy aprovechando (mientras se cocina) para poner atención al canto de los pajaritos que amanecieron alborotados por el aguacero de anoche: cerca hay un cristofué, varias paraulatas llaneras, el canto melodioso de las palomas (cu cucú) y una guacharaca se deja escuchar por los lados de los cerritos del Fundo El Cilindro. A vaina pa` buena; siempre están allí, pero como hoy no hay corri corri, me pertenecen por entero…
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