Si algo me hace acordar a mi papandres (abuelo) es aquella tarima que nos hizo dentro de la casa para ver a los toros coleados que se montaban en la calle que pasa detrás del cementerio.
La verdad era que dicha calle se presentaba idónea para manga de coleo en las fiestas de San Jerónimo, ya que por su longitud y el hecho de estar junto a la pared del cementerio, alcanzaba para que todos los espectadores pudieran sentarse cómodamente a disfrutar.
Imagínense, tener una tarima desde nuestra casa al frente de los mangos para ver los toros que estaban por allá lejos y de ñapa full de gente.
Por cierto que la hizo apilando los bloques que luego se utilizaron para la construcción de la casita de mamaíta Emilia en el patio de la casa, agolpándolos junto a la antigua y no tan alta pared del patio, la cual le dejaban unos huecos tipo tragaluz cada tanto, al no pegar los bloques en serie y que sirvieron en aquella oportunidad para incrustar los maderos para mantener la tarima bien asida.
Se pensara que no íbamos a ver nada del coleo pero la verdad fue otra. Parte de la estructura de bambú de la manga junto al cementerio se cayó por el peso de la gente en el preciso momento que un toro venia pasando, escapándose en el acto.
A fin de cuentas fuimos en la casa espectadores de primera cuando el toro abandono la manga para ir a trancar del tiro a los propios mangos de Banco Obrero, seguido por un tropel de jinetes que sin la ayuda de la manga aspiraban a atrapar al toro, (al frente de nuestra propia tarima) wipiiiigi je je.
Al final, el toro fue enlazado y vuelto a la manga, no sin antes merecer un largo aplauso, efusivo y temeroso (con los ojos pelaítos) por parte de todos mis primos y hermanos que en ese momento se encontraban en la tarima de mi papandres.
2 comentarios:
POr ahi tengo un post armado de los toros, uno de mis primeros recuerdos es cuando la manga estaba en El Naranjal.
Donde estara metido caribe
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