Cuando a una persona cualquiera lo llaman Juan Pérez en Cocorote, es que se hace el pendejo.
La verdad es que Juan Agustin padeció de muy pequeño los ataques de epilepsia, situación que con el paso de los años ha cedido, pero dejó la secuela de una mente no muy brillante.
Tuvo Juan una juventud sin estudios y por lo tanto no sabe leer ni escribir. Sin embargo, es capaz de realizar mandados recordando las imágenes de los empaques: - anda Juan a la bodega y tráeme una caja de maizina, decía Tata- a lo que el respondía: - la que tiene el zamurito???.
Igual condición concibe cuando de chimo se trata: el perolito que tiene un tigrito y así pare de contar.
Cuando joven, su enorme fuerza física y actitud tranquila, lo convertían en caletero por excelencia de los comerciantes cocoroteños que trabajaban con camiones, como el Señor Herrera, Omarcito Jiménez, entre otros. Las anécdotas más conocidas de él son precisamente de este periodo, el cual iré escribiendo en la medida que me acuerde de ellas:
A propósito, el relator de estos cuentos era “Flor del mundo” de quien les contare igualmente en otras entregas.
Se comenta que una vez a Juan lo llevaron al antiguo mercado de Barquisimeto como ayudante. Cuando llegaron en la madrugada, el conductor le dice que se baje y que le indique para estacionarse en retroceso. Juan le decía insistentemente -dale, dale más, otro poquito – hasta que el chofer sintió que con la lima del camión, (vigas centrales de la plataforma) había atravesado limpiamente el capó del vehiculo que estaba estacionado detrás. – Coño Juan, no te dije que me avisaras? – y Juan le contestó – bueno eso fue lo que hice, ya chocaste –
El chofer para evitar pagar el choque, se estacionó más adelante indicándole a Juan que se quedara cuidando la mercancía mientras el la iba a negociar.
Esperando junto al camión, contemplaba Juan como una persona se lamentaba del daño que le habían propinado a su vehiculo, por lo que se le acercó para confesarle que – ese fue mi amigo Rarreo, (Herrera en su jerga) pero fue sin culpa- ahhh, ya vamos a esperar a su amigo para que me pague el choque, le respondió el otro chofer…
En efecto, se tuvo que negociar la carga para luego cancelarle el choque al dueño del vehiculo siniestrado, mientras el jefe de Juan murmuraba – no sé cómo se va a ir Juan para Cocorote, porque en mi vaina no se va a montar.
Juan adivinando un tanto la rabia de su jefe, (ahí le viene lo de hecho el pendejo) decidió montarse sin ser visto por nadie en la parte trasera del camión y de ñapa (propina) se tiro encima el encerado (lona encerada) para evitar que lo descubrieran.
Al llegar a Cocorote, el chofer aseguraba – no se como carajo se irá a venir el loco ese de Barquisimeto, por su culpa perdí el día – respondiendo Juan al acto – es que yo estoy aquí!!!! – quedando el primero perplejo por la astucia del que hasta entonces creía tonto.
Otro de los cuentos fue el que lo mandaron a quitarles los retoños a unas papas (patatas) que tenían algún tiempo en un saco sin poderlas vender. A la mañana siguiente, en el mercado de San Felipe, alguien requirió papas y por ello mandaron a Juan a buscarlas al camión – Anda Juan, a buscar dos sacos de papas – ¿Cuáles?- inquirió Juan frente al comprador - ¿de la que le quitamos las maticas???... hasta allí llegó el negocio porque el comerciante no quiso recibir las papas viejas.
Para finalizar por hoy, basta decir que por largos años fue el “criado” de los Salcedos, reconocido hogar cocoroteño del que siempre ha sido fiel visitante al igual que los Colmenares.
3 comentarios:
Na' guara un personaje, el cuento de dale dale es famoso, a ver cuando le muestro tu blog a mi tia Yolanda y a mi papa, les van a encantar estos cuentos!
Muy buena la histroria, me encanto, todo un personaje :-)
Un fuerte abrazo
Ese carajo viene siendo tio abuelo ja ja
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