Hubo un hecho en Cocorote que marco por siempre las idas a la escuela León Trujillo, desde Banco Obrero. Sucede que entre el barrio Campo Alegre de Cocorote, lugar donde estaba situada la escuela (la misma infraestructura es utilizada hoy día como Jardín de infancia) y el Banco Obrero, existe una acequia que normalmente llevaba agua para regadío en las zonas bajas de Cocorote. Precisamente en el paso de la Acequia, había un pequeño puente con menos de dos metros de alto, que daba continuidad a la calle que une estas dos comunidades. Este puente con el paso de los años, sufrió algunas remodelaciones que permitieron agrandar el ancho de su calzada. Por otro lado, existía en los alrededores de la acequia a ese nivel, una cantidad considerable de árboles de Ceiba y de Cedros colosales que, en virtud de sus dimensiones llenaban esos espacios de una sombra más bien tupida que hacia que las mentes de sus pobladores la llenaran de mitos y cuentos todos ellos infundados. Por cierto que los cedros habían sido sembrados por un inmigrante europeo que vivió en una casa que existió hasta no hace mucho, cuando fue demolida para dar paso a la construcción de otra vivienda (ya de concreto) en la entrada de la actual Urbanización Los Cedros (a una cuadra de la Acequia). Era una casa construida en madera que resistió mal los embates del trópico y que por esa misma razón, añadía cierto misterio al área.
Sumado a lo anterior, vale destacar que a un lado del puente habitaba un señor muy trabajador (siempre lo veía uniformado) que sufría de vitíligo, enfermedad de la piel que causaba entre los pobladores cocoroteños una especie de miedo injustificado ya que se decía que si la persona que sufría esta enfermedad de la piel quería trasmitirla, solamente con el hecho de ofrecer un jugo de frutas (zumo) a una persona era suficiente. (Se supone que el enfermo se pinchaba y colocaba sangre en el vaso que luego la disimulaba con el jugo para trasmitir el “cute” denominación que le daban al vitiligo en nuestro pueblo).
Imagine el lector, la prisa de los infantes al atravesar esta área para ir a la escuela en horas de la mañana y de regreso al mediodía.
Mas adelante, se la pasaban por el lugar algunos personajes que rondaban la Samaría, una bodega (tienda de abarrotes) situada en la siguiente cuadra a la casa del inmigrante donde se vendía entre muchas otras cosas, - aguardiente y cerveza – Obviamente que el sitio era visitado por asiduos empinadores de codo y por supuesto usaban la sombra de la arboleda para ingerir sin problemas, ya que frente a la bodega no lo podían hacer.
Uno de estos personajes era un loquito (me recordé nuevamente de los cuentos de Caribe) que llamaban “Mururito” y por si fuera poco, vivía cerca del área uno de los primeros hipiies cocoroteños que para aquel entonces dizque fumaba marihuana, se trataba de “El Nata” personaje mas bien tranquilo que las madres de los párvulos veían con un horror visceral, a pesar que jamás se metió con niño alguno
Como para ponerle más sazón a la cosa, un frío viernes de enero trascendió algo que definitivamente nos alejo de pasar por los cedros y fue el hecho de regarse la noticia de que, en el puente habían secuestrado una niña de paso al colegio y momentos después la consiguieron sin sangre cerca del lugar. Este cuento me ha hecho pensar algunas veces que también Cocorote fue visitado por el chupacabras, aún cuando en efecto no mordió animal alguno sino una niña. Igual decían que se trataba de un hombre que sufría de una enfermedad y debía tomar cada cierto tiempo sangre joven para seguir viviendo. Sacando cuenta, por aquel entonces cursaba yo primer grado y el año de este acontecimiento fue 1972. De alguna manera el rumbo a la escuela fue cambiado a partir del siguiente lunes, los chamos de Banco Obrero y Libertad utilizaban el callejón allende a los Capdevielle, hasta que la escuela fue dotada de su actual infraestructura al lado de la “hielera” de los Tortolani.
Sumado a lo anterior, vale destacar que a un lado del puente habitaba un señor muy trabajador (siempre lo veía uniformado) que sufría de vitíligo, enfermedad de la piel que causaba entre los pobladores cocoroteños una especie de miedo injustificado ya que se decía que si la persona que sufría esta enfermedad de la piel quería trasmitirla, solamente con el hecho de ofrecer un jugo de frutas (zumo) a una persona era suficiente. (Se supone que el enfermo se pinchaba y colocaba sangre en el vaso que luego la disimulaba con el jugo para trasmitir el “cute” denominación que le daban al vitiligo en nuestro pueblo).
Imagine el lector, la prisa de los infantes al atravesar esta área para ir a la escuela en horas de la mañana y de regreso al mediodía.
Mas adelante, se la pasaban por el lugar algunos personajes que rondaban la Samaría, una bodega (tienda de abarrotes) situada en la siguiente cuadra a la casa del inmigrante donde se vendía entre muchas otras cosas, - aguardiente y cerveza – Obviamente que el sitio era visitado por asiduos empinadores de codo y por supuesto usaban la sombra de la arboleda para ingerir sin problemas, ya que frente a la bodega no lo podían hacer.
Uno de estos personajes era un loquito (me recordé nuevamente de los cuentos de Caribe) que llamaban “Mururito” y por si fuera poco, vivía cerca del área uno de los primeros hipiies cocoroteños que para aquel entonces dizque fumaba marihuana, se trataba de “El Nata” personaje mas bien tranquilo que las madres de los párvulos veían con un horror visceral, a pesar que jamás se metió con niño alguno
Como para ponerle más sazón a la cosa, un frío viernes de enero trascendió algo que definitivamente nos alejo de pasar por los cedros y fue el hecho de regarse la noticia de que, en el puente habían secuestrado una niña de paso al colegio y momentos después la consiguieron sin sangre cerca del lugar. Este cuento me ha hecho pensar algunas veces que también Cocorote fue visitado por el chupacabras, aún cuando en efecto no mordió animal alguno sino una niña. Igual decían que se trataba de un hombre que sufría de una enfermedad y debía tomar cada cierto tiempo sangre joven para seguir viviendo. Sacando cuenta, por aquel entonces cursaba yo primer grado y el año de este acontecimiento fue 1972. De alguna manera el rumbo a la escuela fue cambiado a partir del siguiente lunes, los chamos de Banco Obrero y Libertad utilizaban el callejón allende a los Capdevielle, hasta que la escuela fue dotada de su actual infraestructura al lado de la “hielera” de los Tortolani.
5 comentarios:
Si no fuera escrito las fechas pensaría que era Richart Pinto que andaba por ahi chupandole la sangre a todas las muchachitas. JAJAJA.
Nota: Usted si es malo!!!
Cuando pulse la palabra chupacabras ví la foto de Richart, le fuera pedido una foto donde estuviera tranquilito.
chica ten prudencia que dijo very good tu te pasas. acuerdate que te esta esperando en valle del rio.
que terre
(Para Richart)
JAJAJA, Ahora la verdad te duele?
Ademas culpa al jefe que puso tu foto en internet. TQM.
Cooooooooooooooooooo no me avisastes q tienes blog!!!!!!! Chamooooooooo los Tortolani yo vivia ahi cerquita, y la negra Romero ya quiere pasar el paramo la pobre, deja leer q esta vaina debe estar buena!
La Samaria, si subes dos cuadras hasta la Sucre y una a la izquierda, ahi frente al calvario creci yo. Y como olvidar las ceibas! creo q se el puente q dices, todavia hay full ceibas por ahi aunq varias de las de arriba las q estaban cerca del calvario se cayeron con un vendaval a principio de los 90, yo creo q fue como un tornado, una vaina muy fea, en Octubre me acuerdo de eso, hasta granizo cayo. Morurito me suena tambien... voy a preguntar aprovechando mi familia esta aca.
Publicar un comentario