Tengo
Sed,
es la quinta frase pronunciada por Nuestro Señor Jesucristo en la
cruz a causa de la sed extrema que padeció por el desangramiento de
su sangre asumiendo su condición humana. En sentido alegórico se
interpreta como la sed de Cristo de consumar la redención
para la salvación de todos, evocando la sed espiritual que
experimentó junto al pozo de la Samaritana
Esas
mismas palabras se han convertido en el
estandarte de amor de la Congregación de las Misioneras de la
Caridad, sociedad creada por la Beata Madre Teresa de Calcuta por
inspiración divina para atender a los más necesitados. En Yaracuy,
su más fiel guardiana está representada por una mujer menuda,
frágil de contextura; pero con la misma determinación de aquellos
años cuando decidió seguir a Cristo Jesús. Nos referimos a la
Hermana Rosario, la misionera con más años de labor en la Casa de
la Caridad de Cocorote.
La
hermana Rosario nació un 03 de enero de 1933 en la India, en una
pequeña aldea de agricultores cerca de Chainpur, al oeste de Gumla,
capital del distrito homónimo del estado de Jharkhand, cuya capital
es Ranchi. Es la menor de seis hermanas nacidas en el seno del
matrimonio creado por Emil Toppo y María Tirkey.
Siendo
pequeña, la aldea donde residía su
familia estaba pasando por cambios trascendentales con la llegada del
Padre Livan; misionero Jesuita que con mucho empeño iba predicando
el evangelio de Cristo por esas lejanas tierras. Unas de las familias
convertidas al catolicismo fueron precisamente los Toppo, quienes se
bautizaron en el río de la Aldea en el nombre de Dios.
Cabe
destacar, que la familia de la hermana Rosario era antes de la
llegada del Padre Livan creyentes paganos de muchos dioses. Tenían
como costumbre tatuar a las niñas en la frente con una marca
indeleble a la que denominan Bindi o tercer ojo. La hermana Rosario
no escapó a tal suerte y esa señal la lleva desde los tres años de
edad. Sin embargo, poco tiempo después fue bautizada bajo la fe
cristiana con el nombre seglar de Silvia Toppo.
Mientras
todas las hermanas ayudaban a sus padres en
las duras labores agrícolas, pronto Silvia quiso aprender más y es
por ello que con el apoyo de todos en su hogar se inscribió en
Ursiline Convent, lugar donde fue educada por espacio de tres años
para alcanzar el grado de maestra.
Durante
ese tiempo, compartió junto con treinta y
cinco jovencitas de su Aldea, la formación como docente. Es bueno
señalar que desde el hogar de Silvia hasta Ursiline Convent tenían
que caminar un largo trecho por espacio de dos horas. En el trayecto,
existe un río que en oportunidades demoraba la marcha cuando las
lluvias torrenciales que caen sobre la India hacían imponente su
caudal y es por ello que las jóvenes estudiantes llenas de
compromiso y valor, aguardaban pacientemente mientras el río
disminuía. Caída la tarde y luego de culminar las horas de clases,
emprendían otra vez el regreso al hogar durante dos largas horas. El
empeño finalmente rindió sus frutos cuando recibieron el titulo de
maestra.
El
tiempo no se detenía, sus hermanas Julia, Josefina, Serafina, Lucía
y Savina ya con la edad suficiente para desposarse, iban creando sus
familias. Mientras nuestra Hermana Rosario a
quien todavía le llamaban Silvia, iba sintiendo el deseo de servir a
Cristo con todo su corazón. En esta época de su vida, siendo
maestra de niños de la Aldea, empezó a tener noticias sobre la obra
que desde el 07 de octubre de 1950 estaba desarrollando una misionera
en la lejana ciudad de Calcuta. Es bueno acotar que el cura párroco
de su Aldea conocía a la religiosa, por lo que ofreció a la maestra
información para hacer contacto con ella, y junto con otras seis
maestras, decidieron escribirle una carta a la Madre Teresa de
Calcuta, creadora de la Casa de la Caridad en esa ciudad.
Al
poco tiempo de enviar la carta, las maestras recibieron respuesta de
la Madre Teresa: las estaba esperando con
los brazos abiertos, a los fines de compartir para siempre y por toda
la vida la enorme responsabilidad de ser Misioneras de la Caridad.
No
había tiempo que perder, con la determinación que se ha señalado
al principio de esta historia, la hermana Rosario hizo del
conocimiento a sus queridos padres sobre sus planes de unirse a la
congregación Mariana. Desconsolados y con muchas lágrimas en los
ojos tuvieron que despedir a la benjamina de la familia quien se
trasladaría a Calcuta en tren, partiendo de la ciudad de Ranchi
junto con las otras seis compañeras en un trayecto que duró toda la
noche. El encuentro entre las maestras de Chainpur con la Madre
Teresa de Calcuta se efectuó finalmente el 31 de mayo de 1955 y fue
exactamente ese día que la Beata teniendo a Silvia Toppo de frente a
ella, la bautizó Rosario para su vida religiosa.
Calcuta
era para aquel entonces, una enorme ciudad
con alrededor de 5 millones de habitantes según cifras oficiales del
Gobierno Indio. Vale decir que el noviciado de Rosario se realizó en
medio de una época muy difícil junto con sus otras compañeras. Esa
gran ciudad donde la Madre Teresa estableció su centro de
operaciones tenía como misión, cuidar de (en palabras de la
Beata) "los hambrientos, los desnudos, los sin hogar, los
lisiados, los leprosos, toda esa gente que se siente indeseada,
rechazada, sin cariño, para traerlos de vuelta a la sociedad”
y cada una de las hermanas pasaban por un proceso de formación
religiosa que incluían cursos de medicina, de tal manera de poder
atender a los enfermos.
Este
grupo de novicias de las cuales cinco eran de Jharkhand, una del
norte de la India, otra proveniente del Sur y una de Inglaterra,
estaba integrado por Rosario, María José (+), Regina, Benedicta,
Genoveva, Luisa, Martina y Dominique (+), poco a poco iban
consolidando su condición religiosa con la guía indiscutible de la
Madre Teresa de Calcuta. La presencia omnipresente de Jesús y la
Virgen María fueron moldeando con amor y paciencia el carácter que
debían poseer las Misioneras de la Caridad.
Para
ellas no hubo titubeos ni flaquezas, no había tiempo de pensar en
ellas. El sentimiento de amor al prójimo y la lealtad a la Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo se enalteció en el corazón de la
hermana Rosario cuando abandona su sari completamente blanco y lo
cambia definitivamente por el sari blanco con rayas azules, los
colores de la Virgen María, alcanzando sus primeros votos un 14 de
abril de 1958.
Desde
ese año, la hermana Rosario asumió las responsabilidades que la
Madre Teresa le encomendaba, realizando entre 1958 y 1960 misiones
en Nueva Delhi, en Ambala durante los años de 1960 y 1962 y
nuevamente regresa a Calcuta para realizar sus últimos votos en el
año 1964.
Durante
ese año, la madre Teresa de Calcuta la envió a Jamshedpur, ciudad
cercana a Ranchi conocida como ciudad acero o Tatanagar, para
proseguir su labor de misionera. Sin embargo un año más tarde, es
llamada nuevamente a Calcuta para integrar un equipo de Misioneras de
la Caridad cuya labor iba a estar destinada por primera vez fuera de
las fronteras de la India. Los preparativos concuerdan con el
otorgamiento del “Decretum Laudis” (Decreto de Alabanza),
concedido a la congregación por Su Santidad El Papa Pablo VI, en
febrero de 1965.
Vale
decir que además del Decreto de Alabanza, se conoce en Roma por
medio de cartas sobre los apuros que estaba pasando el Obispo de la
Diócesis de Barquisimeto Monseñor Críspulo Benítez Fontúrvel, a
cargo de la Jurisdicción Eclesiástica de los estados Lara, Yaracuy
y Portuguesa, El problema se presentaba cuando el obispo visitaba las
comunidades de Veroes del estado Yaracuy y sus pobladores renegaban
de ser evangelizados en la fe católica. Su mayor animadversión se
suscitaba por la piel del Monseñor, ya que esta región esta poblada
casi en su totalidad por afrodescendientes. Era probable que con el
apoyo de las Hermanas de la Caridad cambiaran las condiciones.
Los
caminos de Dios son exactos. La idea empieza a madurar en muchos
religiosos que conocen a las Misioneras de la Caridad, quienes eran
capaces de lidiar con grupos tribales en La India y pocas molestias
encontraban aún en comunidades no cristianas. El hecho de estar
integradas por hermanas cuyo color de la piel recuerda mucho a los
mismos venezolanos, haría la situación mas sencilla.
Es
por ello que el día 13 de julio de 1965, el grupo de hermanas
liderada por la Madre Teresa partieron de la India hacia la Santa
Sede. Allí fueron recibidas con amor y regocijo por Su Santidad El
Papa Pablo VI tanto la Beata, como las misioneras que le acompañaban
en esta nueva tarea. Se contaban entre ellas a las hermanas Rosario,
Nírmala, Dolores, Elena y María José. El Papa les dio su bendición
para que instalaran sin tropiezo, la Casa de la Caridad en tierras
yaracuyanas.
Algunos
pequeños detalles había que afinar. Tres días estuvieron las
misioneras en Roma mientras se formalizaba la situación de las visas
venezolanas las cuales no poseían las hermanas. Es así que parten
rumbo a Francia en donde la Madre Teresa tenía buenos amigos que
ayudaron a tramitar las visas desde Venezuela, enviadas finalmente
por el padre Francisco Tomás Mompó Solamente una cosa retrasaba el
viaje y era el insuficiente dinero con que contaban las misioneras
para comprar los boletos, pero nuevamente la situación fue
solucionada: un grupo de niños franceses habían sido
informados sobre las circunstancias que estaban atravesando las
hermanas de la caridad y recolectaron el dinero para que pudieran
viajar hasta el otro lado del océano hasta llegar a América. La
noble estadía en el país galo duró nueve días.
Es
así como las hermanas atravesaron el atlántico hasta llegar a
Puerto Rico por vía aérea, De allí siguieron su periplo hasta
llegar a Maiquetía el 26 de julio de 1965. Les esperaba el Padre
Francisco Mompó quien las albergó en un convento caraqueño y al
día siguiente siguieron rumbo a San Felipe en avión. En el viaje
Maiquetía-San Felipe, las hermanas vieron por primera vez a la Madre
Teresa de Calcuta tener algún sentimiento de temor cuando de su ojos
brotaron un par de lágrimas, la verdad era que ninguna de las
hermanas sabia de las costumbres venezolanas ni de su idioma oficial.
Hablaban tanto hindi como el inglés, que en el noviciado es una de
sus obligaciones. No obstante, al llegar al aeropuerto de Las Flores,
las dudas se disiparon. Un grupo de feligreses les esperaba con
ramilletes de flores y a lo lejos, comenta la Hermana Rosario, se
escuchaba el tañer de las campanas de la Iglesia San Jerónimo de
Cocorote que redoblaban alegremente para dar la bienvenida a tan
honorable y humilde grupo de misioneras.
Al
principio, el Padre Francisco las llevó directamente a Cocorote, el
problema era que Veroes carecía de infraestructura para recibirlas.
Se instalan en la Casa Parroquial cocoroteña mientras que el Padre
se fue a vivir a la Curia diocesana en San Felipe. Una vez ubicadas,
el trabajo misionero comenzó de inmediato. El primer domingo de su
estadía de diez días que duró la Madre Teresa en Cocorote, muy
tempranito en la madrugada apuraba a sus misioneras para dar ejemplo
sobre la llegada puntual a la Santa Misa, pero su impresión fue de
angustia y de alarma cuando al entrar al templo cocoroteño cuenta
sólo nueve personas que ese día asistieron a la ceremonia. Es por
ello que de inmediato estableció un plan en donde las seis
religiosas por separado y haciéndose acompañar por jovencitas de la
comunidad, iban por las calles del pueblo tocando de puerta en puerta
en los hogares de Cocorote para invitar a las personas a que
asistieran a la misa. La Hermana Rosario evoca esta época con una
sonrisa en sus labios ya que recuerda sus apuros con el idioma
español al invitar a una familia para que asistieran a la “masa”
los domingos en la Iglesia de San Jerónimo.
La
acción rinde sus frutos cuando observaron a dos meses de su llegada,
un lleno total en la misa dominical. Con mucho entusiasmo, familias
cocoroteñas de gran fervor religioso apoyan su accionar. La hermana
Rosario menciona muchas con cariño, recordando igualmente al
desaparecido Blas Herrera.
Otro
gran aliado que se le suma a la Casa de la Caridad fue Bernardino
Rivas, para aquel entonces fungía como prefecto de Cocorote, y fue
quien cedió el terreno y apoyó la primera construcción nacional de
la Casa de la Caridad, la cual fue abierta en el año 1971.
Es
bueno citar que año tras año recibieron la visita de la Madre
Teresa de Calcuta. Cuando la casa al fin fue inaugurada, su bendición
se quedó para glorificar cada uno de los rincones del hogar. Al
mismo tiempo, los proyectos de apertura de otras sedes se fueron
haciendo realidad mientras que las hermanas de la Caridad que
inicialmente acompañaron a la Beata en su viaje inicial a Venezuela,
tuvieron que esparcirse por todo el orbe de tal manera de apoyar la
iniciativa mundial de la organización creada por la madre Teresa de
Calcuta.
Pronto
le tocó viajar a la hermana Rosario. Entre 1977 y 1987 estuvo de
misionera en Perú, radicada en Lima durante los primeros cinco años.
Estando allí supo la noticia de que su querida Madre Teresa fue
galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1979. Luego estuvo en la
localidad de Chimbote, paraje portuario ubicado a orillas del Océano
Pacífico en la bahía El Ferrol, en la desembocadura del río
Lacramarca. Cuenta la hermana Rosario que allí aprendió a comer
pescado en virtud de que los humildes pescadores chimbotanos, todos
los días obsequiaban parte de su pesca para apoyar la casa de la
Caridad en ese lugar. Luego, vuelve a Venezuela a petición de la
madre Teresa de Calcuta.
Muchas
son las anécdotas que guarda la hermana Rosario de su estadía en
Cocorote. Ha visto consolidada la hermosa casa de la caridad
yaracuyana que ya supera los cuarenta años. En los viajes que hace a
la India para visitar a su familia, cuenta sonriente que por la
fuerza de la costumbre en los primeros días suele enredar el español
con su lengua materna. Vale destacar que la hermana Rosario además
de su lengua materna, habla hindi, inglés y español.
Una
de las mayores tristezas que le ha tocado vivir a la hermana Rosario
la encuentra el 05 de septiembre de 1997 cuando la Madre Teresa de
Calcuta fallece a sus 87 años. Con su muerte, la hermana Maria
Nirmala Joshi, una de las cinco misioneras que acompañó a la Beata
hasta Cocorote, se encargó como Superiora General de las Misioneras
de la Caridad.
En
la actualidad, la congregación está dirigida desde la India por la
Hermana María Prema. y por supuesto aquí en Cocorote la hermana
Rosario, cercana a cumplir 80 años de edad sigue tan diligente en
sus actividades como siempre. Tal como se establece en los
Mandamientos, asiste a misa con devoción mientras realiza otras
actividades en la Casa de la Caridad como cuidar de los desamparados,
preparar a muchas parejas para casarse y rezar el Santo Rosario en la
capilla del hogar… Cocorote su segundo hogar desde hace mucho
tiempo cuenta de manera consagrada con esta Hermana de la Caridad
para dar apoyo y amor a todos aquellos que lo necesiten.
1 comentario:
Que bella historia Elier....Saludos Maru.
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