
Vale decir que, con
apenas unos cuatro o cinco años, ya andaba con algunos de mis tíos:
Alfonso Alvarado (El aguao) o Rafael Parra (Flor del Mundo) quienes
trabajaron durante años para la línea, acompañado con la pequeña maleta
dispuesto a ir o venir para cualquiera de los dos hogares que me
cobijaron en mi niñez: A que Susana en el Puerto o la casa de mi
mamá en Bancobrero.
Es de hacer notar que en
San Felipe, el lugar de salida de los vehículos del transporte para
el Puerto era en el “terminal viejo”, exactamente donde hoy se
encuentra el negocio del “Guaro papaíto”. Desde la madrugada,
los vehículos se preparaban para un viaje de al menos dos horas lo que generaba un par de vueltas diarias por cada vehículo
(ida y venida) y el regresar de los choferes entrada la noche a sus
hogares, con una cuenta de pan, malta y leche para acompañar la
cena.
En el Puerto, el terminal
del transporte quedaba en el Sector denominado La Alcantarilla,
específicamente en la calle Juncal entre calles Urdaneta y Miranda.
Hoy queda en el sitio un establecimiento chino pero vale decir que
era un lugar bastante cómodo para la línea puesto que contaba con
un espacio para la salida con unos banquitos y suficiente espacio de
estacionamiento para los otros vehículos en cola. Al parecer, el
sitio fue un antiguo cine de la otrora ciudad cordial, ya que se podía
observar una extensa pared con las señales de haber sido una
pantalla.
De los conductores, puedo
admitir que existían alguno difíciles de olvidarlos en virtud de sus
actitudes y resabios; de ellos puedo mencionar (la mayoría por sus
sobrenombres) a Mantequilla, Moncada, Montilla, Peña Puerta, El
Gato, El Toñeco, Daniel, Arnold el travieso, el Toco Gómez (era
idéntico al actor), Martín, Eladio y Carlos Galindez, Ramón Abreu,
Manzanilla, El Guajiro, Mundo, mi buen amigo Cartagena, El Loco (le hacía agujeros
a los mocasines porque le pegaban en los juanetes), Piña, el
toñequito, el malhecho, Antonio Turri, Bullaranga, El Pollo, Roger y Alex
Zambrano, Zabaleta, Guillermo López, Chuchin y como ya mencioné a Flor del
mundo con Marcos y Eddie González, al Aguaito, a Osman y a Oscar Alvarado, entre otros. Las
secretarias eran en San Felipe, la señora Antonia y en Puerto
Cabello la señora Vieira (la mamá de Joao) socia del número 43.
El
viaje trascendía por la carretera panamericana. Era toda una
odisea circular en esa vía en virtud de lo sinuosa que era, además
de estar llena de gandolas y camiones que se incrementaban en tiempos
de zafra y por supuesto, los regueros de caña en ocasiones
molestaban a estos profesionales del volante que sabían los
problemas que se le avecinaba al tren delantero. Sin embargo, no creo
que dejaran su trabajo por otro fácilmente.
Cabe destacar que
saliendo desde Puerto Cabello, las paradas eran normalmente en el
Hospital Adolfo Prince Lara, La Belisa, La Sorpresa, El Palito, Morón
(donde el conductor hacía una parada hasta que llegara el carro que
salía detrás de él). Seguía entonces Las Colinas, Covetra,
Alpargatón, Urama, San Pablo, Canoabito, Guaremal, La Raya, La Hoya,
Bella Vista, Maporita, Bananera, El Guayabo, La Aldea, El Ciénego, Tulipán,
Guabina, El Torito, Taría, La Pica del Chino, Carbonero, El Central,
El Peñon, Marín, El Paují, Cocorotico, Las Tapias, Higuerón y
finalmente San Felipe.
Recuerdo al menos dos
terribles accidentes con gran cantidad de fallecidos. El más grave
se produjo en la curva de Urama donde una gandola acabó con la vida
de todos los pasajeros que venían en una “Chinga”, o camioneta
Van de 14 puestos. El otro accidente se suscitó en la curva conocida
como Los Papis, cerca de Taría donde una gandola cargada de tubos
chocó contra una camioneta del transporte con otro saldo trágico.
En cuanto a anécdotas de
los conductores son varias. Evoco claramente una mañana en donde un
niño vendía unas gallinitas de barro que servían como alcancías.
Sucedió que el niño trató de colocar las alcancías en el pretil
del terminal pero lo cierto fue que se le cayeron con tan mala suerte
que se le partieron y el niño comenzó a llorar angustiado, lo
cierto fue que los chóferes al instante se pusieron de acuerdo para
hacer una “vaca” (colecta) y recoger la cantidad de dinero que
debía llevar al niño a su casa. Eso queridos lectores se llama
“solidaridad” y en ese transporte había por aquel entonces a montón. Vale decir
que no hace mucho me enteré que el niño de las alcancías de barro
es mi dilecto amigo el abogado Luis Enrique Parra.
De otros recuerdos, puedo
mencionar que durante los viajes muchos de los choferes eran capaces
de echarse una aguantada en un puesto de chicharrón por el Guayabo
al percatarse que la fritanga estaba lista -“espérenme un
minutico mientras compro un poquito de esas cáscaras”- je je. En
una ocasión llegue a conocer La Hoya, cuando la mayoría de los
pasajeros que venían en la camioneta llegaban a ese pueblo veroense.
Similar al caso anterior sucedió en San Pablo de Urama bajo un
aguacero infinito. Insisto, la calidad humana de los chóferes era
inigualable.
Según Martín Parada,
el Mantequilla cada 16 de agosto cuando iban en “cambote” para visitar el santuario de la Virgen de Coromoto era
puro comer. Llenaba la camioneta de chucherías de tal manera que el
trayecto desde su casa en Rancho Chico hasta Guanare pudiera mascar
cuanto le apeteciera. Otro día vi a Flor del Mundo montarse en una
camioneta nueva que era propiedad de “El Loco” para conocerla por
dentro. Sucedió que el Loco estaba barriendo la camioneta y al ver a
Flor dentro de la misma lo espetó: ¡si no te bajas te voy a
besar! y Flor le respondió -”Ud me besa carajo y mañana a
esta misma hora lo están sacando con las patas palante de la
iglesia”.je je. Lo cierto es
que Flor a sabiendas de las locuras del otro, se bajó por si acaso.
Estudiando ya en la
Universidad, normalmente la pelazón se presentaba al regresar al
hogar durante los fines de semana. Vale decir que los estudiantes
yaracuyanos que estudiaban en Carabobo cuando no existía el
transporte de la AEYUC, se desplazaban habitualmente en el tren los
viernes después de mediodía. El recorrido era desde Bárbula hasta
El Palito y a las 4:30 pm se esperaba el tren que venía desde el
Puerto para llegar hasta La Marroquina. Sucedió que el tren en el 90
dejó de funcionar y entonces la cuestión era pedir cola desde el
puente de Bárbula hasta El Palito o Morón y desde allí con suerte
conseguir una cola hasta San Felipe apoyados con letreros que señalaban la patria chica.
Fueron muchas las veces
que pidiendo cola junto a otros compañeros en los lugares citados,
pasaba alguna camioneta del transporte y el chófer nos hacia señas
para que subiéramos a la misma con el fin de llevarnos hasta el terruño. A pesar del tiempo y la distancia rememoro con mucho cariño,
aquellos años de trasiego estudiantil que con el apoyo fraternal en
muchas oportunidades de estos profesionales del volante, se lograron
alcanzar las metas. Un saludo solidario a todos los conductores del añejo y recordado Transporte
Coromoto.
3 comentarios:
Ciertamente es una travesia primo, este transporte, q bien queda en el recuerdo...saludos
Gracias prima, recordando a muchas personas situadas en otros lugares, muchos ya en el descanso eterno. La vida al fin, es otra travesía.
SE TE OLVIDO MARIO ROTONDARO Y EL TOROMOCHO, IGUAL EL MUSIU
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