Bernardino Rivas fue un pintoresco caballero vecino del Banco Obrero que llegó a ser prefecto de este pueblo cocoroteño, vivió en la casa Nº 50 de la urbanización y allí montó una bodega que la llamó “La Pobretona”, ya que existía otra bodega en la comunidad llamada “La Ricachona” cuya dueña era Paz Torrealba
Vale destacar que este señor se tomaba en serio su trabajo y el mismo, junto con el comandante de la policía del poblado hacían “rondas nocturnas” continuas por todo el pueblo en busca de malhechores y comunistas que tuvieran echando vaina en el pueblo para ¡meterlos preso carajo!.
Y es que el periodo en la cual este señor fungió como prefecto a finales de los años 60, la sierra aroeña estaba plagada de guerrilleros comunistas que luego se “pacificarían” con el llamado a la desmovilización que les hiciera el Doctor Rafael Caldera, presidente de la República en su primer gobierno.
En una visita que le hiciera a uno de sus hijos, el maestro Nicolás Rivas en el pueblo de Aroa, me comentaba que uno de esos comunistas a los que su papá le tenía “tirria” era el conocido escritor también desaparecido Rafael Zárraga que por cierto era amigo de él y aunque abogara siempre por su desempeño, el papá le contestaba que con esos malucos come niños no había que tener contemplación.
Copeyano rajao, era un aliado incondicional de los gobiernos verdes, una ficha importante. Me comentaba la Hermana Rosario, una de las cinco religiosas provenientes de la India que acompañaron a la Madre Teresa de Calcuta a fundar la Casa de la Caridad en Cocorote, que Benardino apoyó voluntariamente desde su humilde posición, a levantar los cimientos de la Casa y por eso lo recuerda con mucho cariño.
Por su parte, mucho de los habitantes del Banco Obrero que por aquel entonces estaban en edad escolar, Bernardino Rivas era para ellos la genuina representación física del castigo y la autoridad, ya que este señor evitaba a toda costa que los muchachos les lanzaran piedras a los mangos o jugaran béisbol en el campo de pelota Natalio Espinoza que por aquel entonces había sido arreglado y tenia una cerca de alfajol (alambre) y la entrada se mantenía cerrada con un candado cuya llave la tenia en su poder el ciudadano prefecto.
Miraaaaaaaa, haceme el favor y pasate por el campo de pelota a ver si los vagos esos están allá jugando pa metelos toiticos presos, - le ordenaba tajantemente al comandante de la policía para que pusiera orden y mientras tanto, los muchachos del Barrio que habían creado hasta su equipo de Béisbol llamado los Atléticos de Banco Obrero, (utilizando inclusive la insignia de los Atléticos de Oakland) tenían que huir despavoridos de las jaulas que les enviaba Bernardino para que dejaran de jugar en ese campo de flojos.
Y es que las anteriores generaciones de cocoroteños no les gustaba nada de las actividades lúdicas de los jóvenes. Los juegos eran cosas de vagos, las discotecas era cosa de marihuaneros. En cierta ocasión realizó un allanamiento a la discoteca de Aracelys que quedaba a una cuadra de la plaza Bolívar de Cocorote, y el mismo, en medio de la pista de baile full de parejitas, armado con su viejo revolver Smith & Wesson en la cintura, medio agachado y con una mano puesta en la frente a modo de visera y en la otra su apreciada linterna, hurgaba incesantemente en los rincones del local para encontrar infraganti en las “camas” a los vagos furruqueandose porque a el le habían dicho que eso era una guarida que utilizaban los amantes para gozar. ¡Bernardino, aquí no hay ninguna cama! Le gritaban los presentes. ¡Dejenme tranquilo carajo, que yo se lo que hago! Les respondía el, mientras escupía su inseparable chimó.
Otra anécdota era su rodilla. Ya viejo, como dije al principio su actividad la dedicaba a trabajar en su bodega. Frente a la casa de mi mamá había un frondoso pino que quizás lo haya sembrado el Señor Jorge Morr cuando vivia alli junto con su familia y a mediodía a muchos de los muchachos de la zona nos gustaba sentarnos debajo del pino mientras mirábamos hacia la calle los mangos. En eso, salía Bernardino de la bodega, con su sombrero pelo e guama y su camisa guayabera abierta que dejaba ver su gastada guardacamisa con algunos signos de chimo en ella, para reposar un tanto mientras los clientes no le azuzaban con sus compras. -Uhmm, venia diciéndonos, como que va a llover pa´ Las Flores, las rodillas me están doliendo y eso es signo que no dilata en llover.- Nosotros, respetuosos de Bernardino, no respondíamos nada, mientras el verificaba el cielo en señal de nubes de agua. Lo que hacia era escupir su chimo y devolverse lentamente a su bodega a través de la vereda. Vale decir que podía haber un sol radiante en el momento, pero a eso de las 3 de la tarde se desparramaba un palo de agua que a el le gustaba mucho ya que de su parcela ubicada en las Flores, sacaba los cambures que regados por los aguaceros yaracuyanos se ponían grandotes y por supuesto le daban mayores ganancias cuando los vendía en la Pobretona.
Sus hijos lo querían mucho, se que tuvo muchos y algunos los conozco. Rosita Rivas, la Chocha de cariño es una de ellas y vive en La Ascensión. Un día de estos le pregunto sobre su hogar. Por ahora recuerdo que vivía en su casa una señora que vive en la actualidad en Campo Alegre, luego tuvo como compañera sentimental a Diomenes, una señora que iba a la casa de mi mama y que sudaba copiosamente. Luego, vivió con Valentina quien fue que lo acompaño hasta su muerte.
Es de hacer notar que apenas enfermó, el negocio fue cerrado por sus hijos ya que no habia quien la trabajara y luego de morir, Valentina siguió viviendo y trabajando en casas vecinas. Después ella misma tuvo que abandonar la casa en Banco Obrero puesto que enfermó y se fue a que unos parientes en Barquisimeto de donde era oriunda y no supimos más de ella. Con el cierre de la bodega muchos relatos buenos se perdieron del Cocorote de ayer, que ojala alguien me los cuente para yo hacérselos llegar.
5 comentarios:
los vagos de banco obrero le tenian rabia porque cuando le pegaban una gonorrea a alguno, el Bernardino les mandaba la guardia para que lo llevaran a la sanidad. La lista es larga
Paz Torrealba, Jorge Morr... nombres que me traen recuerdos de infancia. Tenia tiempo sin pasar por aqui, y al hacerlo ahora, como antes, gozo un puyero con sus cuentos!
Saludos Analeyda, pronto estare poniendome al dia con el blog. saludos
Benardino corría a uno cuando se sentaba en la baranda de los morr. y al día siguiente cuando uno iba a comprar las manducas para el desayuno que hacia valentina empezaba a tirar indirectas,, ja ja también recuerdo que sacaba las cuentas con números grandes y sobre el mismo papel que envolvía el queso y la mortadela, benardino vendia de todo en la pobretona recuerdo las lochas y los medios la infancia bonita
Saludos cordiales, Las anécdotas de Benardino son muchas. Ojalá y pudieramos recrearlas je je
Publicar un comentario