Reloj despertador

Anteriormente los detestaba cuando no habían comenzado las clases, en estos momentos es una felicidad tenerlo, puesto que me ayudan a despertarme temprano pero el escándalo da como ganitas de tumbarles el arbolito.
Frente a nuestro apartamento, mi querido amigo Marrero se le ocurrió la tremenda idea de plantar un arbolito de la especie Siempre verde (Ficus benjamina L.) Si bien nos resulto un excelente arbolito en las navidades pasadas, en la actualidad se encuentra lo suficientemente crecido como para albergar a una buena cantidad de pajaritos de la especie torditos (Quiscalus lugubris) o como lo llaman por aquí, arigüelos.
Estos pajaritos negros son en realidad bastante bulleros y a partir de la cinco y media de la mañana comienza el repertorio de los polluelos con ganas de comer, lo que conduce a los destacados padres (deben ser muy buenos ya que donde llegan se multiplican vertiginosamente) a salir desde muy temprano a buscar el sustento diario.
Ya colando el cafecito (todavía utilizamos en casa el antiguo sistema para hacer café) me decidí a traerles un poquito de la bulla que frente a la ventana de mi cuarto (que dice la Negra: nuestro cuarto) se genera como una suerte de despertador, para salir temprano a trabajar. Lo mejor del caso es que acostumbrado un tanto por el relojito pajarero, al menos no estoy esperando con tanta ansiedad los treinta minutos que ofreció Chávez para dormir un poquito más, tal como lo espera mi buen amigo Romrod