Con un silbato o pito tipo armónica (con varias entradas) se desplaza por los pueblos ofreciendo el servicio de amolar los cuchillos y tijeras por intermedio de una rueda de esmeril adosada a una pequeña caja de madera (como la de los limpiabotas) que, anteriormente trabajaba a través de una manivela y en la actualidad son completamente eléctricos.
Es bueno recalcar que existe una creencia que el amolador trae buenos augurios y cuando suena el silbato, las personas suelen pedir deseos y colocarse algo en la cabeza como ollas y sartenes para que se cumpla el deseo. Mi abuela Susana era una que apenas escuchaba el silbato del amolador, dejaba la tarea que la mantenía ocupada y corría derechito muerta de la risa a colocarse peroles mientras nosotros la secundábamos.
Hace unos cuantos años atrás, recuerdo alguna vez en la casa de mi tío Freddy -quien vive en la populosa urbanización La Isabelica de Valencia-, escuchar el conocido silbato del amolador y a pesar de no verse, dejaba saber que estaba cerca. Vale destacar que en frente de la casa del viejo (seudónimo de mi tio), se encontraba un enorme grupo de muchachos que jugaban una caimanera de básquet en un desvencijado tablero que habían montado en el estacionamiento del sector 11; pero al escuchar el pito, todos sin excepción salieron corriendo a sus hogares (tal cual una redada) y salir luego con las ollas mas grandes montada encima de sus cabezas, unos que otros tratando de mantenerlas en equilibrio, sin tocarla y muertos de la risa mientras que mi tío (el multiplicador de la superstición) en medio de la algarabía de los basqueteros, señalaba que se quedaran callados puesto que esto alejaba al amolador ya que a él le ocurría lo contrario, -no encontrar clientes- que es lo mismo que declarar el día en quiebra. Na guará de “pava”.
Aquiles Nazoa
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